viernes, 19 de junio de 2009
Secuestros en México
Se trata de un documento mexicano en el que se denuncian los secuestros de los que son víctimas los emigrantes, en particular, los centroamericanos. Pueden verlo este enlace.
miércoles, 17 de junio de 2009
No pueden prohibirnos en la diáspora
Le ofrezco aquí este enlace hacia un sitio muy interesante. Pulsen pues aquí.
martes, 2 de junio de 2009
La doctrina de Ahmadineyad
Los europeos le hicieron el vacío, pero a nosotros, los judíos, debería preocuparnos el discurso del líder iraní
Sever Plocker
www.ynetnews.com
Traducción de Manuel Talens
El persa empezó a pronunciar su discurso y los diplomáticos europeos salieron de la sala en tropel. Así podría resumirse lo que a los telespectadores israelíes les pareció la participación del presidente iraní en la conferencia de Ginebra contra el racismo, también llamada “Durbam II”. Una gran victoria diplomática.
Fue, desde luego, diplomática, pero no necesariamente una victoria.
Es verdad que los países del Primer Mundo hicieron el vacío a su discurso o bien se esfumaron de inmediato. Pero las circunspectas delegaciones del Segundo y Tercer Mundos permanecieron sentadas escuchando a Ahmadineyad.
Los representantes de la mayoría de la humanidad, el 80% de ésta, prestaron atención a sus palabras, pronunciadas con el logotipo de Naciones Unidas a su espalda. El discurso llegó también a los hogares de cientos de millones de personas. El desfile de quienes se ausentaron de la sala de conferencias también fue retransmitido, brevemente. Diplomáticos blancos elegantemente vestidos. Todos blancos.
En su discurso, al igual que en sus anteriores apariciones públicas, Ahmadineyad presentó una metódica doctrina que podría conducir a una solución armónica y original del conflicto israelo-palestino. Sus argumentos suenan escandalosos, falsos, distorsionados, incendiarios y antisemitas a nuestros oídos (y a los de la mayoría de la ilustrada opinión pública global… por el momento). Sin embargo, para otros, lejos de Europa, suenan como la voz de la justicia reprimida.
Una partición fundamentalmente injusta
He aquí la esencia del discurso del presidente iraní, que más nos valdría conocer al dedillo: fuera o no exclusivamente judío el holocausto durante la segunda guerra mundial –y podemos asumir que no lo fue, desde luego no hasta el punto que pretenden los sionistas–, los judíos lo explotaron y utilizaron cínica y astutamente para justificar la expulsión de los palestinos fuera de su patria. Mediante maliciosas manipulaciones y con la ayuda de acaudalados grupos de presión, los judíos sionistas explotaron el sentimiento de culpabilidad de la Unión Soviética, Usamérica y los Estados europeos, propiciando que apoyasen uno de los mayores robos de la historia: el plan de partición de Naciones Unidas y el establecimiento del Estado judío.
Dado que aquella decisión de Naciones Unidas nació mancillada por una injusticia original, es nula y sin ningún efecto desde el punto de vista moral. La entidad sionista establecida pecaminosamente en Palestina se ha caracterizado desde el principio por el racismo y la explotación, que fueron en aumento con el paso del tiempo. Dicha entidad terminó por convertirse en el foco de la iniquidad global y en el factor primordial de desestabilización del planeta.
Hoy en día, con el cambiante equilibrio de poder que existe en el mundo, ha llegado la hora de anular formalmente la vergonzosa decisión de la partición, tomada en 1947, que otorgó tierra árabe a un puñado de judíos. En su lugar, Naciones Unidas debería adoptar una nueva decisión, basada en lo siguiente: un referéndum organizado entre todos los "habitantes de Palestina" sobre su futuro. Serán invitados a participar en dicho referéndum los musulmanes que actualmente residen allí, los que residían antes de la ocupación sionista, sus descendientes y los cristianos y judíos nacidos en Palestina.
Cambio en el procedimiento de voto de Naciones Unidas
El discurso pacifista iraní se compromete a aceptar la decisión mayoritaria surgida de dicho referéndum. Por lo tanto, no se trata de ningún ruido de sables nuclear ni de una declaración de guerra contra los sionistas, sino más bien de una justa y democrática solución que se llevará a cabo pacíficamente y con el consenso internacional.
En el caso de que el Estado judío quede abolido como resultado del referéndum, los judíos no estarían amenazados de exterminio ni de un segundo holocausto. Se les permitiría integrarse en el gran Estado palestino como grupo religioso con derechos civiles reconocidos, incluso muy superiores a los que protegen a los judíos iraníes. Los musulmanes, contrariamente a los nazis, harán todo lo necesario para salvaguardar a la minoría judía que permanezca en Palestina tras los resultados del referéndum.
Lo único que queda por hacer es cambiar el procedimiento de voto de Naciones Unidas: los cuatro mil millones de personas que residen en Oriente Próximo, Asia, África y América Latina son la mayoría y merecen que se las reconozca como tal. Irán les servirá de portavoz, es decir, hablarán por la boca de Ahmadineyad.
El tiempo se acaba
En el Segundo y Tercer Mundos, el discurso del presidente iraní no suena ni delirante ni estúpido (tampoco entre la izquierda europea radical). Muy al contrario, se lo considera legítimo en el interior de los confines del discurso poscolonial: la solución a una injusticia histórica causada por Naciones Unidas en 1947.
Una solución de paz, coexistencia y democracia. También posee algunas similitudes con los acuerdos de Sudáfrica y de la antigua Yugoslavia. Y en cuanto al carácter sacrosanto de los acuerdos internacionales, ¿acaso los acuerdos de Yalta sobre la división europea no fueron anulados?
Esta vez, la diplomacia israelí se las arregló para incomodar ligeramente al presidente iraní y logró que algunos Estados del Primer Mundo rechazasen tanto al personaje como su mensaje. No está mal, pero es muy poco. ¿Puede hacer algo en los tiempos actuales el gobierno israelí para frenar la “solución de Ahmadineyad”? Lo que sí podría hacer es aprovechar la oportunidad que se le presenta de negociar acuerdos de paz con los palestinos y con regímenes árabes moderados para salvaguardar el Estado de Israel.
Sólo hay que fijarse en quiénes se quedaron a escuchar el discurso de Ahmadineyad para darse cuenta de que el tiempo se acaba.
Fuente:
Sever Plocker es editor de economía y miembro de la junta editora del diario israelí Yediot Aharonot.
lunes, 1 de junio de 2009
¿Prusia en el Mediterráneo?
Roane Carey
thenation.com
Traducido para Rebelión por María Enguix
Los intelectuales progresistas estadounidenses asumen casi en su totalidad la hipótesis de que la ocupación israelí es represiva y abominable, mientras que Israel es un estado abierto y totalmente democrático, con una prensa verdaderamente libre, inquieta y crítica.
Nada más lejos de la realidad. Después de pasar tres meses en Israel con una beca de investigación, puedo asegurar que casi todos los intelectuales progresistas israelíes con los que he hablado afirman algo bastante distinto: que los medios de comunicación de su país están gravemente enfermos y son incapaces de ofrecer el mínimo nivel de cobertura imparcial o de información crítica seria, pilares fundamentales de una sociedad abierta.
Los estadounidenses que no saben leer hebreo o no ven las telediarios israelíes pueden tener una visión sesgada de la realidad al suponer que Ha'aretz, el diario de menor tirada, cuyos lectores son sobre todo los intelectuales y las clases políticas ―y los extranjeros, que devoran su edición electrónica en lengua inglesa― es un diario representativo y que en todos los medios israelíes colaboran columnistas y periodistas críticos como Gideon Levy, Akiva Eldar y Amira Hass. Ni lo uno ni lo otro. Los diarios de gran tirada Yediot y Ma'ariv, lo mismo que el Jerusalem Post y los telediarios, son de tendencia mucho más derechista, al igual que la corriente dominante entre los medios estadounidenses, que con seguridad no tienen nada que enseñar a Israel sobre este punto.
En cuanto a lo de estado abierto y totalmente democrático, casi toda la gente con la que he conversado habla de un enfriamiento de la oposición en los últimos años, paralelo a la elección de gobiernos cada vez más derechistas. Lo peor ha llegado con la reciente “guerra” de Gaza. Yo mismo lo he vivido en el microcosmos de la Universidad Ben-Gurion de Beer Sheva. Hace unos días la policía detuvo a Noah Slor, alumna en la licenciatura de estudios sobre Oriente Próximo de esta universidad, por orden de los agentes de seguridad del campus, y la retuvo durante varias horas por haber repartido discretamente panfletos contra el proyecto de ley presentado al Parlamento, que criminalizará la conmemoración de la Nakba (día de mayo en que los palestinos lamentan su desastroso desposeimiento y expulsión, y los judíos celebran la independencia). Noah se había colocado fuera de la entrada principal del campus, donde tradicionalmente se colocan los estudiantes para repartir cualquier cosa, desde anuncios de fiestas hasta información sobre mítines políticos, sin que las fuerzas de seguridad les molesten jamás.
Los estudiantes activistas y los profesores universitarios sostienen que las fuerzas de seguridad del campus aplican una conducta de acoso por motivos políticos. En efecto, Slor, activista de Darom le Shalom (el Sur por la Paz), grupo de árabes y judíos recién creado en la zona de Beer Sheva para “combatir el racismo en aras de la igualdad y la coexistencia entre árabes y judíos”, me contó que cuando la detuvieron un agente de seguridad le dijo: “Oye, no te hagas la ingenua. Te he visto en manifestaciones. Todo está grabado y escrito, todo está documentado”. No puede demostrarlo, pero está segura de que los agentes fueron a por ella por protestar contra la legislación sobre la Nakba. “Ese era el trasfondo”, me dijo.
Los estudiantes no iban a quedarse de brazos cruzados. La misma noche, unos sesenta se manifestaron contra la detención, reunidos en una ceremonia universitaria a la cual asistieron el consejo directivo y demás dignatarios. Los estudiantes se taparon la boca con esparadrapo y portaron pancartas que rezaban: “El Departamento de Seguridad dirige la Universidad” y “Departamento de Seguridad = Policía Secreta”. (En respuesta a las preguntas sobre el incidente, Amir Rozenblit, portavoz de la Universidad, dijo que los estudiantes tienen prohibido distribuir folletos en el campus ―¿a santo de qué?― y que Noah estaba repartiéndolos “en una zona considerada parte del campus”, aunque estaba fuera de la entrada principal. También afirmó que, aparte de Noah, también detuvieron a un vigilante.)
La represión de la disidencia predominó durante la campaña de Gaza. Nitza Berkovitch, socióloga de la Universidad Ben-Gurion, afirmó: “Creo que todos los medios de comunicación se movilizaron en serio. Hubo un apoyo total a la guerra.” Pocos días después de comenzar la guerra, a finales de diciembre, un grupo de estudiantes árabes y judíos se manifestaron pacíficamente en contra. La policía no se hizo esperar y les exigió que se dispersaran. Los estudiantes asintieron, pero mientras guardaban las pancartas, la policía se encaró con algunos, los llevaron a rastras hasta los coches y los retuvieron durante horas, acusados de “provocar disturbios”. Hubo otra manifestación a mediados de enero, esta vez más moderada, pues la gente llevaba pancartas pidiendo la paz y el fin de la violencia a ambos bandos. De nuevo ocurrió lo mismo: aparecieron docenas de policías que golpearon a la multitud y detuvieron a unos cuantos. Un estudiante de la Universidad Ben-Gurion, Ran Tzoref, sufrió arresto domiciliario durante un mes.
La fuerte represión de ciudadanos palestinos es una práctica muy arraigada en Israel. Los incidentes recientes muestran que los límites de la represión contra la disidencia judía podrían haberse relajado también. Cientos de israelíes fueron detenidos por protestar contra la campaña de Gaza, sin duda palestinos en su mayoría, pero judíos también. Como me contó Tzoref: “He participado en protestas en los territorios ocupados y han actuado como aquí. Me impactó que la policía antidisturbios viniera a la universidad y nos atacara. Nunca había pasado antes, a esa escala no.” Según Berkovitch: “Era como estar en una dictadura suramericana. Era como si por toda la nación se hubiera extendido la orden arbitraria de detener necesariamente a determinado número de gente; se trataba sencillamente de intimidarnos.”
Sin duda, la campaña de Gaza sacó lo peor del aparato represivo, alimentado por un sentimiento generalizado de venganza y odio hacia los palestinos, que agudizaron a su vez los cohetes de Hamás. (Berkovitch me contó que en la manifestación de enero muchos transeúntes insultaron a los manifestantes, tachándoles de traidores y diciendo cosas como “los judíos deberían matar a más árabes”. “En mi vida había presenciado tanto odio”, me dijo.) La tendencia es preocupante, pero es preciso puntualizar que por lo general los judíos israelíes, a diferencia de los palestinos, siguen gozando de un grado considerable de libertad de expresión prácticamente sobre cualquier asunto.
Con un gobierno de extrema derecha que no sólo está decidido a eludir negociaciones serias con los palestinos, sino que promueve activamente la expansión de la colonización; que muestra todos los indicios de estar preparando una guerra contra Irán y alimenta activamente la paranoia de la población en este frente; que contempla cada vez más a los palestinos como una amenaza, como el enemigo en casa, las contradicciones de una nación que pretende ser judía y democrática andan de capa caída. ¿Cómo puede ser democrático un estado que encarcela a cuatro millones de palestinos tras los muros de sus guetos, las carreteras de circunvalación y un bloqueo, y trata a otro millón y medio como ciudadanos de segunda? Para el profesor de geografía de la Universidad Ben-Gurion, Oren Yiftachel, Israel es una etnocracia (título de su último libro); para el difunto sociólogo de la Universidad Hebrea, Baruch Kimmerling, una “democracia Herrenvolk” [de raza superior]. Lo llamen como lo llamen, si Israel sigue por el mismo camino, la represión se intensificará necesariamente, y los cauces de la libertad de expresión se estrecharán aún más. El viejo chiste sobre Prusia era que se trataba de un ejército disfrazado de estado. ¿Está Israel destinado a convertirse en la Prusia del Mediterráneo?
thenation.com
Traducido para Rebelión por María Enguix
Los intelectuales progresistas estadounidenses asumen casi en su totalidad la hipótesis de que la ocupación israelí es represiva y abominable, mientras que Israel es un estado abierto y totalmente democrático, con una prensa verdaderamente libre, inquieta y crítica.
Nada más lejos de la realidad. Después de pasar tres meses en Israel con una beca de investigación, puedo asegurar que casi todos los intelectuales progresistas israelíes con los que he hablado afirman algo bastante distinto: que los medios de comunicación de su país están gravemente enfermos y son incapaces de ofrecer el mínimo nivel de cobertura imparcial o de información crítica seria, pilares fundamentales de una sociedad abierta.
Los estadounidenses que no saben leer hebreo o no ven las telediarios israelíes pueden tener una visión sesgada de la realidad al suponer que Ha'aretz, el diario de menor tirada, cuyos lectores son sobre todo los intelectuales y las clases políticas ―y los extranjeros, que devoran su edición electrónica en lengua inglesa― es un diario representativo y que en todos los medios israelíes colaboran columnistas y periodistas críticos como Gideon Levy, Akiva Eldar y Amira Hass. Ni lo uno ni lo otro. Los diarios de gran tirada Yediot y Ma'ariv, lo mismo que el Jerusalem Post y los telediarios, son de tendencia mucho más derechista, al igual que la corriente dominante entre los medios estadounidenses, que con seguridad no tienen nada que enseñar a Israel sobre este punto.
En cuanto a lo de estado abierto y totalmente democrático, casi toda la gente con la que he conversado habla de un enfriamiento de la oposición en los últimos años, paralelo a la elección de gobiernos cada vez más derechistas. Lo peor ha llegado con la reciente “guerra” de Gaza. Yo mismo lo he vivido en el microcosmos de la Universidad Ben-Gurion de Beer Sheva. Hace unos días la policía detuvo a Noah Slor, alumna en la licenciatura de estudios sobre Oriente Próximo de esta universidad, por orden de los agentes de seguridad del campus, y la retuvo durante varias horas por haber repartido discretamente panfletos contra el proyecto de ley presentado al Parlamento, que criminalizará la conmemoración de la Nakba (día de mayo en que los palestinos lamentan su desastroso desposeimiento y expulsión, y los judíos celebran la independencia). Noah se había colocado fuera de la entrada principal del campus, donde tradicionalmente se colocan los estudiantes para repartir cualquier cosa, desde anuncios de fiestas hasta información sobre mítines políticos, sin que las fuerzas de seguridad les molesten jamás.
Los estudiantes activistas y los profesores universitarios sostienen que las fuerzas de seguridad del campus aplican una conducta de acoso por motivos políticos. En efecto, Slor, activista de Darom le Shalom (el Sur por la Paz), grupo de árabes y judíos recién creado en la zona de Beer Sheva para “combatir el racismo en aras de la igualdad y la coexistencia entre árabes y judíos”, me contó que cuando la detuvieron un agente de seguridad le dijo: “Oye, no te hagas la ingenua. Te he visto en manifestaciones. Todo está grabado y escrito, todo está documentado”. No puede demostrarlo, pero está segura de que los agentes fueron a por ella por protestar contra la legislación sobre la Nakba. “Ese era el trasfondo”, me dijo.
Los estudiantes no iban a quedarse de brazos cruzados. La misma noche, unos sesenta se manifestaron contra la detención, reunidos en una ceremonia universitaria a la cual asistieron el consejo directivo y demás dignatarios. Los estudiantes se taparon la boca con esparadrapo y portaron pancartas que rezaban: “El Departamento de Seguridad dirige la Universidad” y “Departamento de Seguridad = Policía Secreta”. (En respuesta a las preguntas sobre el incidente, Amir Rozenblit, portavoz de la Universidad, dijo que los estudiantes tienen prohibido distribuir folletos en el campus ―¿a santo de qué?― y que Noah estaba repartiéndolos “en una zona considerada parte del campus”, aunque estaba fuera de la entrada principal. También afirmó que, aparte de Noah, también detuvieron a un vigilante.)
La represión de la disidencia predominó durante la campaña de Gaza. Nitza Berkovitch, socióloga de la Universidad Ben-Gurion, afirmó: “Creo que todos los medios de comunicación se movilizaron en serio. Hubo un apoyo total a la guerra.” Pocos días después de comenzar la guerra, a finales de diciembre, un grupo de estudiantes árabes y judíos se manifestaron pacíficamente en contra. La policía no se hizo esperar y les exigió que se dispersaran. Los estudiantes asintieron, pero mientras guardaban las pancartas, la policía se encaró con algunos, los llevaron a rastras hasta los coches y los retuvieron durante horas, acusados de “provocar disturbios”. Hubo otra manifestación a mediados de enero, esta vez más moderada, pues la gente llevaba pancartas pidiendo la paz y el fin de la violencia a ambos bandos. De nuevo ocurrió lo mismo: aparecieron docenas de policías que golpearon a la multitud y detuvieron a unos cuantos. Un estudiante de la Universidad Ben-Gurion, Ran Tzoref, sufrió arresto domiciliario durante un mes.
La fuerte represión de ciudadanos palestinos es una práctica muy arraigada en Israel. Los incidentes recientes muestran que los límites de la represión contra la disidencia judía podrían haberse relajado también. Cientos de israelíes fueron detenidos por protestar contra la campaña de Gaza, sin duda palestinos en su mayoría, pero judíos también. Como me contó Tzoref: “He participado en protestas en los territorios ocupados y han actuado como aquí. Me impactó que la policía antidisturbios viniera a la universidad y nos atacara. Nunca había pasado antes, a esa escala no.” Según Berkovitch: “Era como estar en una dictadura suramericana. Era como si por toda la nación se hubiera extendido la orden arbitraria de detener necesariamente a determinado número de gente; se trataba sencillamente de intimidarnos.”
Sin duda, la campaña de Gaza sacó lo peor del aparato represivo, alimentado por un sentimiento generalizado de venganza y odio hacia los palestinos, que agudizaron a su vez los cohetes de Hamás. (Berkovitch me contó que en la manifestación de enero muchos transeúntes insultaron a los manifestantes, tachándoles de traidores y diciendo cosas como “los judíos deberían matar a más árabes”. “En mi vida había presenciado tanto odio”, me dijo.) La tendencia es preocupante, pero es preciso puntualizar que por lo general los judíos israelíes, a diferencia de los palestinos, siguen gozando de un grado considerable de libertad de expresión prácticamente sobre cualquier asunto.
Con un gobierno de extrema derecha que no sólo está decidido a eludir negociaciones serias con los palestinos, sino que promueve activamente la expansión de la colonización; que muestra todos los indicios de estar preparando una guerra contra Irán y alimenta activamente la paranoia de la población en este frente; que contempla cada vez más a los palestinos como una amenaza, como el enemigo en casa, las contradicciones de una nación que pretende ser judía y democrática andan de capa caída. ¿Cómo puede ser democrático un estado que encarcela a cuatro millones de palestinos tras los muros de sus guetos, las carreteras de circunvalación y un bloqueo, y trata a otro millón y medio como ciudadanos de segunda? Para el profesor de geografía de la Universidad Ben-Gurion, Oren Yiftachel, Israel es una etnocracia (título de su último libro); para el difunto sociólogo de la Universidad Hebrea, Baruch Kimmerling, una “democracia Herrenvolk” [de raza superior]. Lo llamen como lo llamen, si Israel sigue por el mismo camino, la represión se intensificará necesariamente, y los cauces de la libertad de expresión se estrecharán aún más. El viejo chiste sobre Prusia era que se trataba de un ejército disfrazado de estado. ¿Está Israel destinado a convertirse en la Prusia del Mediterráneo?
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