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lunes, 28 de febrero de 2011

Sobre Libia

LIBIA

Las fuerzas opositoras controlan la tercera ciudad de Libia
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Las fuerzas opositoras a Muamar al-Gadafi aseguran que se han hecho con el control de la tercera ciudad de Libia, Misrata, donde han sido derribados dos helicópteros de las fuerzas del líder libio. En las cercanías de la capital también continúan los combates.

28/02/2011

WASHINGTON-. Las fuerzas opositoras a Gadafi se han hecho con el control de la ciudad y del aeropuerto de Misrata, a unos 200 kilómetros al este de Trípoli.
El abogado Abdel Baset Merziq, miembro del comité popular de Misrata, ha declarado a la cadena Al Arabiya que las fuerzas antigubernamentales han derribado dos helicópteros leales a Gadafi que intentaban bombardear la sede de la radio local, utilizada por los rebelados para difundir sus mensajes.
Merziq ha indicado que las fuerzas leales a Gadafi, que se encuentran posicionadas alrededor de la ciudad, dispararon anoche sobre civiles, causando la muerte de una persona y heridas a muchas otras.
Por su parte, el activista político Meftah Abdelhamid ha confirmado a Al Jazeera que Misrata está bajo control popular desde hace más de una semana.
Además de la tercera ciudad del país, los opositores aseguran tener bajo su control cada vez más lugares. Según un miembro del comité popular de Nalout, a 230 kilómetros al oeste de Trípoli, las localidades de Al-Rhibat, Kabaw, Jado, Rogbané, Zentani, Yefren, Kekli y Hawamed Gherien están "en manos del pueblo".
En Zawiya, los rebelados contra Gadafi esperan que las fuerzas leales al mandatario libio emprendan hoy una ofensiva para recuperar la localidad, ubicada a unos 50 kilómetros al oeste de Trípoli, ya que unos 2.000 efectivos han cercado la ciudad, según apuntan algunos testigos.
Algunos de los habitantes temen que se repitan los incidentes de la noche anterior, cuando al menos 50 personas murieron en los enfrentamientos entre manifestantes y leales a Gadafi, que utilizaron artillería pesada.
En la capital, que continúa en manos de las fuerzas de Gadafi, continúan los combates entre los detractores y partidarios de Muamar al-Gadafi. Los vecinos han comenzado a construir barricadas para defenderse de las fuerzas leales. Un alto mando del Ejército en Benghazi, bastión de la insurgencia, el general Ahmed al-Gatrani, se ha mostrado dispuesto a apoyar a los habitantes de Trípoli si así se lo solicitan.
Reunión de Obama y Ban ki-moon
Entretanto, Barack Obama y Ban ki-moon abordarán hoy la imposición de más saciones contra Gadafi. Este fin de semana, tanto el Gobierno estadounidense como el Consejo de Seguridad de la ONU han anunciado sanciones contra el Gobierno de Muamar al-Gadafi, a quien Obama instó el sábado a abandonar el país de inmediato.
El presidente estadounidense firmó el viernes un decreto para congelar los activos del líder libio y de su familia, un primer paso que la secretaria de Estado, Hillary Clinto,n siguió horas después con la aprobación de una orden para revocar los visados de entrada al país de los funcionarios del Gobierno libio y de sus familiares.
El Consejo de Seguridad de la ONU concluyó la madrugada del domingo una larga reunión dedicada a Libia con un voto unánime para imponer al régimen y a su entorno sanciones como el bloqueo de todos sus bienes en el exterior, la prohibición de viajar o el embargo de armas.
Obama y Ban Ki-moon debatirán ahora cuáles deben ser los siguientes pasos contra Gadafi, y el líder estadounidense, en particular, deberá decidir si escucha propuestas como la del senador John McCain, que le instó el domingo desde El Cairo a declarar Libia zona de exclusión aérea y a considerar emprender acciones militares.
Londres congela activos y con la excusa de la "ayuda humanitaria" París interviene enviando aviones con ayuda
El Gobierno británico también ha congelado con efecto inmediato los activos de Gadafi, de los miembros de su familia y de "quienes actúan siguiendo sus instrucciones", según ha dado a conocer el ministro de Finanzas, George Osborne, en un comunicado.
Por su parte, el Gobierno francés enviará hoy dos aviones con ayuda médica y humanitaria a Benghazi como inicio de una "masiva campaña" de ayuda humanitaria a la zona del país fuera del control de Gadafi, según ha informado el primer ministro, François Fillon, quien ha indicado además que están "evaluando" la adopción de "soluciones militares".

FUENTE: GARA

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LIBIA

Los rebeldes llegan a las puertas de Trípoli
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La caída de Zauiya marca un hito en el avance de las fuerzas insurgentes hacia la toma de la capital - ACNUR dice que 100.000 personas han abandonado el país

28/02/2011
La antigua bandera tricolor del reino de Libia -roja, verde y negra- ondea sobre la ciudad de Zauiya, controlada ya por las tropas rebeldes , una mezcla de comités ciudadanos y de militares contrarios al régimen de Gadafi. Las batallas de los últimos días se han decantado finalmente del lado de los opositores y ni la artillería pesada, ni las incursiones esporádicas de los mercenarios africanos pagados por el dictador han logrado someter a los ciudadanos. Su resistencia a esos ataques les ha dado ventaja en su afán por acercarse a las puertas de Trípoli . Los rebeldes ya están a las puertas de la capital y último bastión del régimen que ha dominado el país magrebí durante los últimos 42 años.

La localidad de la costa oeste de Libia, a 50 kilómetros de la capital, se convierte desde ahora en un punto estratégico para derrocar a Gadafi. No solo por poseer refinerías de petróleo y un puerto, sino por sus éxitos a la hora de repeler con escopetas los embates de las fuerzas leales a Gadafi. Los testimonios que venían de la ciudad, de 200.000 habitantes, hablaban de los castigos del régimen por haberse rebelado . La sangre corrió por las calles el miércoles y el jueves, pero los ciudadanos, apoyados por los soldados, resistieron la munición del calibre 14,5 disparada desde ametralladoras antiaéreas, según la información obtenida esta semana por este periódico.

Ayer ya no eran solo las voces de la red socialTwitter y las llamadas telefónicas las que hablaban de la conquista de Zauiya, sino las noticias enviadas por periodistas desde la misma ciudad. El grupo de reporteros invitados por el Gobierno libio el jueves a un tour por Trípoli ha tenido suerte. Lo que se preveía como el paseo por un escenario teatral, en el que se iba a eliminar toda prueba de disidencia, ha acabado siendo contra el régimen.

Según las crónicas de medios como el periódicoThe New York Times o la agencia Reuters, en Trípoli hay imágenes de Gadafi en las paredes en las que se puede leer "chupasangre". Los periodistas han conseguido hablar con gente que ha manifestado su repulsa a la represión y ayer, inexplicablemente, visitaron Zauiya para confirmar que estaba bajo el control total de la oposición. "La gente quiere la caída del régimen", gritaba la multitud, aseguró la periodista de Reuters.

El hijo de Gadafi, Saif el Islam, la cara más visible del Gobierno durante todo el conflicto, había llegado a decir que había un abismo entre la realidad y lo que estaban contando los medios internaciones. "Todo el sur está tranquilo, el oeste también, el centro también, incluso parte del este", dijo Saif a la cadena ABC. Sin embargo, en las calles de Zauiya había agujeros de bala en las casas y coches quemados. La plaza central ha sido el lugar elegido para el funeral por las 11 víctimas que cayeron en el duro combate del jueves. "Necesitamos justicia. La gente está siendo asesinada. La gente de Gadafi ha matado a mi sobrino", explicó un hombre llamado Chawki a los periodistas. "Necesitamos ayuda del exterior. Nunca usaremos la fuerza ni haremos daño a nadie, solo queremos nuestros derechos civiles. Gadafi tiene que irse. No hay otra posibilidad".

Las imágenes que se pueden ver del oeste del país muestran a la gente subida en tanques haciendo el símbolo de la victoria. Todas estas escenas subrayan día tras día la pérdida de poder de Gadafi, acorralado en la capital, obcecado con la idea de mostrarse ante su pueblo como un rey aclamado por quienes aún le siguen y amenazado por ambos lados del país, este y oeste. Incluso una eventual huida de la capital hacia su provincia natal, Sirte, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, le supondría tener que vencer primero en Misrata, la tercera ciudad más grande del país y una de las que se ha rebelado por el este. Algunas informaciones señalaban ayer la existencia de ataques en esa zona.

Mientras tanto, varias ciudades del oeste en manos de los comités revolucionarios se organizan para marchar hacia Trípoli, según comentó a la agencia France Presse uno de sus líderes.

Aun así, la carretera de 200 kilómetros que llega hasta Trípoli sigue tomada por el régimen. Acompañados por funcionarios del Ministerio de Información, los periodistas invitados tuvieron que atravesar ocho puestos de control antes de llegar a Zauiya.

La situación en el resto del camino es parecida, según cuentan los refugiados que llegan a la frontera de Ras el Ajdir. Cerca de Zuara, hay una base militar controlada aún por partidarios del dictador. También controlan los accesos por el sur a través del desierto. Los únicos que pueden circular por esa carretera son los refugiados que llegan a Túnez. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) dijo ayer que unas 100.000 personas han abandonado Libia por las dos fronteras huyendo de los ataques.

A medida que Gadafi pierde poder dentro de Libia, desde fuera también se estrecha el cerco contra su régimen. Los Gobiernos de Italia y Reino Unido ya han manifestado que el dictador debe abandonar el poder. Londres incluso ha retirado la inmunidad diplomática del dirigente y de toda su familia. "Hemos llegado, creo yo, a un punto de no retorno", aseguró el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, a la cadena Sky Italia. "Es inevitable que [Gadafi] acabe abandonando el poder".


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OPINIONES

Libia, la OTAN y los peligros de la confusión política

Guillermo Almeyra
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Antes que nada, unos pocos datos históricos. La rebelión contra la colonización italiana unificó en Libia a las
tribus beduinas y a los ocupantes de Cirenaica, en la mitad del país más
cercana a Egipto, donde era muy influyente la secta fundamentalista y xenófoba de los Senoussi. Vencida Italia en la Segunda Guerra Mundial los ingleses pusieron en
el poder al jefe de la secta, Idriss el Senoussi, como rey de Libia y, al igual que los estadunidenses, instalaron en el país una gran base naval y militar. El país en 1951 pasó a ser de hecho una colonia inglesa con un rey y formalmente "independiente". Recién en 1957/58 se descubrió la riqueza petrolera
líbica, que pasó de 700 mil toneladas exportadas en ese año a 122.5 millones en 1968 y cambió la estructura social y política del país. Eran los años del gran
impulso del nacionalismo socializante árabe (con la revolución argelina) y del nacionalismo burgués árabe, con el nasserismo en Egipto y estaba candente la revolución palestina. Por otra parte, eran también los años de la Guerra Fría (de la
guerra por el Canal de Suez, del aplastamiento de los consejos obreros húngaros en 1956 por la Unión Soviética, del aplastamiento de la independencia de Checoslovaquia
y de su Partido Comunista en 1968). En 1969 un grupo heterogéneo de militares nacionalistas, dirigido por un beduino ex jefe de los servicios de inteligencia formado por los ingleses y anticomunista, el coronel Muammar Kadafi, derribó a
la corrupta monarquía y poco después expulsó las bases imperialistas. Después, Kadafi eliminó del gobierno su ala marxistizante, que tuvo que emigrar, su ala nasserista y su ala derecha y asumió todo el poder y a partir de 1977 se mantiene depurando el ejército con continuas ejecuciones de oficiales.

A partir del bombardeo de Trípoli en 1986
por el gobierno de Reagan no queda nada de sus primeras posiciones islámicas de "tercera vía". Es socio de la
Fiat, de Infinvest y de grandes empresas italianas, suizas y
francesas, es un puntal de la
OTAN en la región y fue utilizado por ésta como garantía
contra las rebeliones populares siempre latentes. Del intento de federarse con Sudán, Túnez, Argelia, Mauritania y hasta Egipto tampoco quedó nada; en cambio, jugó con la oposición de intereses entre el ENI (Ente Nazionale Idrocarburi)
italiano y su empresa petrolera AGIP, por un lado, y las Siete Hermanas,
encabezadas por la Shell y la Esso, del otro, lucha muy aguda que se libró sobre todo en Libia y costó la vida al
fundador de la empresa italiana. Kadafi era y es un dictador corrupto y
mesiánico sostenido por el imperialismo como uno de "nuestros hijos de
puta" y en la Unión Europea Berlusconi, literalmente, le besa la mano cuando Kadafi llega a Italia.

Es gravísimo, por lo tanto, confundir a
Kadafi con Bolívar –como hizo en su momento Hugo Chávez– o apoyarlo cuando está masacrando indiscriminadamente a millares de libios, utilizando para eso, además de sus fieles en el ejército, a mercenarios africanos. La contradicción central no es entre la OTAN
y Kadafi, supuesto defensor de la independencia de Libia y, en realidad, hombre de la OTAN en la
región. Es entre la revolución democrática árabe y los gobiernos corruptos y agentes del imperialismo, como Ben Ali, Mubarak, Kadafi, Bouteflika o el rey de Marruecos. Cubrir a esos déspotas en crisis con la autoridad de la revolución
cubana es desprestigiar a ésta ante los pueblos árabes, asociarla con
dictadores. La identificación entre los gobiernos y los pueblos, la idea de que no existen en éstos divisiones de clases y conflictos políticos sino la ficción
de una unidad nacional imposible en cualquier parte del mundo y el método que consiste en juzgar los acontecimientos por las declaraciones verbales de los gobernantes y no por la contradicción esencial entre éstos y sus víctimas, conducen inevitablemente a gravísimos errores y a ponerse de lado de las dictaduras (como hizo, por otra parte, una buena parte de la izquierda mundial
y de los nacionalistas antiimperialistas con la sangrienta dictadura argentina
durante la guerra de las Malvinas al dar su apoyo a la misma contra Inglaterra en vez de oponerse a las dos).

Los efectos de la crisis capitalista
mundial y de la pérdida de hegemonía estadounidense han favorecido una nueva eclosión de la revolución nacional, democrática y antiimperialista de los pueblos árabes. Salvo Marruecos y Egipto, formalmente independientes hasta la Segunda Guerra
Mundial, todos ellos fueron colonizados. Su primer intento de liberación, bajo la bandera del nacionalismo, tuvo sus momentos más importantes en los años 1950 en la revolución argelina, en la iraquí y en la palestina y, en menor medida, en el nasserismo. Nasser ahorcó obreros comunistas en huelga diciendo "los obreros no piden; nosotros les damos" y puso como centro de su política la construcción vertical del poder estatal. La unidad de la nación árabe no pudo
ser lograda por los conflictos entre las camarillas nacionalistas gobernantes.
Ahora, esa revolución entonces derrotada vuelve a presentarse con la bandera de la democracia, que es de hecho antiimperialista y, por lo tanto, rompe el
dispositivo capitalista mundial de dominación. Es cierto que en ella pesan los intereses del separatismo regionalista, de clanes, sectas religiosas, sectores
burgueses moderados opuestos al monopolio de los negocios por los dictadores y no sólo de los plebeyos. Es cierto que los diversos imperialismos tienen planes
diferentes de intervención en Libia y que en Bengassi y toda la Cirenaica está el cheque
político y social nunca pagado de la relación con lo que queda de la secta
Senoussi, que es tribal y monárquica. Pero, insisto, lo esencial no es eso: es la rebelión que comienza –siempre– con formas confusas. Y, como escribió
Zibechi, la defensa de la ética. A eso hay que apostar.

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LIBIA

Gadafi ya no es pueblo
Que el miedo al imperio no nos paralice

Pascual Serrano y Juan Carlos Monedero
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Rebelión

No demos ni una sola baza al imperio y sus comparsas para frenar las revoluciones de América, de Egipto, de Túnez, de Libia. Mubarak, Ben Ali, Gadafi, escogieron un camino contrario a los intereses de sus pueblos y fueron arrastrados por el viento popular. Los líderes de América Latina, que han demostrado estar con sus pueblos, deben encontrar su lugar con esos pueblos árabes que se levantan. Por que la lucha por la emancipación es una.


Los levantamientos populares que se están sucediendo en los países árabes abren sin duda la peligrosa posibilidad de que despierten, e incluso faciliten, la intervención de las potencias occidentales vía OTAN, con la consecuente tragedia de ocupación, crimen y atropello a la soberanía que caracteriza las intervenciones de la Alianza y los Estados Unidos. Es evidente que en río revuelto pueden suceder muchas cosas. Sin embargo, ese temor no debe impedirnos a quiénes, como el Che, nos indignamos ante cualquier injusticia y contra cualquier persona en cualquier lugar del mundo, apoyar los movimientos populares que se rebelan contra tiranos. Y los gobernantes de los tres países árabes donde en este momento más lejos han llegado las rebeliones lo son. Tan tiranos como amigos de los gobernantes europeos, con quiénes tan buenos negocios tenían cuando el pueblo aún no había empezado a hablar.
Tampoco faltan quienes piensan que, detrás de los levantamientos, se encuentra la mano del imperio, interesado, como siempre, en desestabilizar y tomar el control del país y de sus recursos, repitiendo para ello el esquema que tan bien conoce de las revoluciones de colores. Por supuesto que Estados Unidos y sus escuderos europeos estarían encantado de tomar ese control, e incluso en estos momentos, caben pocas dudas de que descansan sobre las mesas de los gobiernos estudios que permitan legitimar esa ocupación. Para saber de esos planes, basta conocer la manipulación sobre los acontecimientos en Libia, algo que ya ha quedado al descubierto. En las primeras veinticuatro horas de su llegada a Tripoli el periodista de Il Manifesto Maurizio Matteuzzi comprobaba que muchos de los acontecimientos difundidos por los medios occidentales -y también por árabes como Al Jazzira y Al Arabiya-, no se correspondían con la verdad. No existían las fosas comunes en Tadjoura, no era cierto que el distrito de Fascilum y otros distritos de la capital hubieran sido bombardeados. No era cierto que el aeropuerto de Mitiga hubiera sido tomado por los rebeldes. Informaciones falsas que no ayudan a entender las razones profundas del pueblo libio para mostrar su rebeldía ante quien hace mucho abandonó la pelea de los pueblos árabes –tergiversaciones que, a veces, pueden haber tenido la voluntad de informar –el caso de los medios que, a día de hoy, tienen ganada su credibilidad-, pero que sabemos que, de manera más general, tienen la única voluntad de confundir y preparar el camino a la intervención de la OTAN–tarea constante de los medios tradicionales al servicio de los intereses creados-.

Sin embargo, la amenaza del control de las grandes potencias no puede ser razón para condenar a los pueblos árabes al yugo de unos gobernantes déspotas y corruptos. En la parábola de Buda y la casa en llamas, Bertolt Brecht narra la historia de una familia cuya vivienda está ardiendo. Mientras los vecinos les increpan para que la abandonen y se salven de morir abrasados, la familia no deja de preguntarse sobre el futuro que les espera fuera de la casa, si el frío les amenazará, si conseguirían otro techo, si podrían alimentarse. El miedo al futuro les paralizaba y les impedía abandonar una muerte segura. Es verdad que el vacío de poder y la desestabilización planea sobre esos países y la región, pero es de ese modo como siempre se produjeron las revoluciones. El vacío de poder puede ser aprovechado por los militares, por un líder mesiánico, por el imperio, pero también podría serlo por el pueblo que ha tenido el coraje de romper su obediencia y desafiar al poder.

De modo que de eso se trata, de que mientras algunos poderes están al acecho, también lo estén los hombres y mujeres de Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Bahrein, Jordania, Argelia o Marruecos, para no permitir que nadie que no les represente ocupe ilegítimamente el gobierno. Y con ese pueblo debemos estar quiénes siempre denunciamos las dictaduras de los países árabes, esas que vendían a precio de saldo los recursos naturales del país a las potencias europeas a cambio de ser mantenidas en el poder con la excusa de que contenían la amenaza islámica. Ahora hemos visto que quien de verdad amenazaba esos regímenes era la sed de justicia de un pueblo.

Muy inteligentemente los gobiernos europeos han abandonado a los dictadores una vez comprobado que no pueden seguir manteniendo la farsa. Sería un error imperdonable que fuera la izquierda quien, temerosa de la garra del imperio, se refugiara en el mal menor. El vacío de poder está llegando, y con el pueblo movilizado se abre una etapa constituyente con un pueblo soberano al que le corresponde dibujar los contornos de su organización social y política. Sabemos que en muchos centros de poder se estarán maniobrando para colocar a un candidato que permita mantener el saqueo y la corrupción. La propuesta del presidente español de inventar un plan Marshall de reconstrucción de Libia o trasladar el modelo de la transición española al mundo árabe son las penúltimas mentiras de un occidente que prefiere seguir negociando con élites en vez de con el pueblo y sus representantes legítimos. Ni el dinero privado de ese Plan Marshall, que entregaría Libia a las grandes empresas, ni una transición que se hicera por las cúpulas y olvidase al pueblo pueden solventar las décadas perdidas en el mundo árabe. Muy al contrario, sería un retroceso que traicionaría las esperanzas depositadas por los pueblos que están rompiendo con sus yugos. Ayudemos a los pueblos a que sean ellos los que, de una vez, tomen el destino de sus países, lejos de repetir el saqueo de las empresas transnacionales y los grupos que las representan.

No son pocos los rebeldes alzados en los pueblos árabes que miran a los procesos emancipadores de América Latina en busca de ejemplo. Es momento de que las revoluciones latinoamericanas acompañen a las revoluciones árabes. Un sueño internacionalista por la base, lleno de dificultades pero también lleno de esperanzas. Esos mismos dictadores, sostenidos por los gobiernos europeos, han sido expulsados de la historia por mujeres y hombres que quieren tomar las riendas de su destino. No demos ni una sola baza al imperio y sus comparsas para frenar las revoluciones de América, de Egipto, de Túnez, de Libia.

Mubarak, Ben Ali, Gadafi, escogieron un camino contrario a los intereses de sus pueblos y fueron arrastrados por el viento popular. Los líderes de América Latina, que han demostrado estar con sus pueblos, deben encontrar su lugar con esos pueblos árabes que se levantan. Por que la lucha por la emancipación es una. Pueblos que han tomado la palabra. Y la palabra del pueblo es la única palabra que reconocerán los rebeldes allá donde se alzan.

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LIBIA

Libia entre la esperanza de la liberación
y el riesgo de la «somalización»

Mohamed Tahar Bensaada
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Traducido para Rebelión por Caty R.


Si la determinación del pueblo libio de liberarse del régimen sanguinario de Gadafi no ofrece ninguna duda; aunque una parte del ejército y una mayoría de las tribus se han puesto del lado de los insurgentes y la liberación de toda la región oriental de país de las garras de los milicianos auguran la próxima caída del régimen, cada vez más aislado en el interior y en el escenario regional e internacional, otras evoluciones podrían anunciar perspectivas menos venturosas.
Si reunimos todos los elementos del puzzle libio que conocemos hasta ahora, son posibles cuatro escenarios. El primero sería que Gadafi consiguiera matar la insurrección popular gracias a los batallones militares que le son leales y a las legiones de mercenarios extranjeros dirigidas por el exjefe de los servicios de inteligencia y actual ministro de Asuntos Exteriores, Moussa Koussa, y los hijos menores de Gadafi, Moatassim y Khémis. El segundo escenario, el más deseable, es que el pueblo libio siguiera los ejemplos de Túnez y Egipto. La intervención de lo que queda del ejército contra el clan de Gadafi y sus mercenarios permitiría al pueblo libio proyectar con más esperanza un período de transición democrática y pacífica.

El tercer escenario sería una intervención militar directa de la OTAN o de los estadounidenses solos, bajo la cobertura de la ONU, que vendría a reemplazar la pasividad o la impotencia del ejército libio frente a los milicianos pagados por el régimen. Finalmente, el cuarto escenario sería una división del país en una región oriental liberada y una parte de la región occidental bajo el control de las fuerzas pro Gadafi durante un período indefinido. Conviene examinar cada uno de los escenarios y sus implicaciones, tanto internas como regionales. Dejaremos de lado el primer escenario, ya que parece muy improbable a la vista de la evolución de los últimos días. Dado su enorme descrédito, el régimen de Gadafi no tiene ninguna oportunidad de recuperar el control total de país que tenía antes.

El segundo escenario

El segundo escenario, que el pueblo libio se liberase del régimen de Gadafi gracias a la combinación del levantamiento popular con la neutralidad condescendiente del ejército no es factible en las mismas condiciones. Por una parte, al contrario de Túnez y Egipto, el régimen libio no cuenta sólo, ni principalmente, con el ejército para acabar con la insurrección popular puesto que puede movilizar a miles de mercenarios entrenados desde hace años para ese trabajo sucio. Por otro lado, al contrario que los ejércitos de Túnez y Egipto, el ejército libio fue voluntariamente desarticulado, desorganizado y compartimentado por el régimen desde el intento de golpe de Estado de 1996, en particular por la instigación de los hijos menores Moatassim y Khémis y su instructor, el exjefe de los servicios secretos y actual ministro de Asuntos Exteriores Moussa Koussa. Aunque el cambio de bando de algunas unidades al lado de los insurgentes podría desempeñar un papel importante en el desenlace de la situación, es difícil evaluar las auténticas relaciones de fuerzas entre las unidades «leales» y las unidades «rebeldes» y su repercusión sobre el terreno.

Y es de este elemento del que depende en gran parte la realización de este segundo escenario. Nadie duda de que la determinación popular, la deserción de un número cada vez más importante de políticos y diplomáticos y el aislamiento cada vez mayor del régimen en el escenario regional e internacional podrían acelerar el cambio de las unidades del ejército que todavía no han tomado una posición. Pero el tiempo apremia. Si la situación perdura y las masacres a puerta cerrada prometidas por Gadafi continúan, ese escenario, que sería beneficioso para Libia, corre el riesgo de ser sustituido por otros escenarios menos venturosos.

El tercer escenario

En efecto, si el ejército libio, o lo que queda de él, no asume sus responsabilidades, existe un grave peligro de que las potencias extranjeras, que hasta ahora se mantienen pasivas y cómplices por razones geopolíticas inconfesables, se arriesguen a montar una operación militar bajo cobertura «humanitaria» que ciertamente liberaría a Libia del dictador pero que se limitaría a imponer un régimen «democrático» pro occidental. Este escenario no es totalmente improbable en vista de las últimas evoluciones diplomáticas.

El presidente Obama acaba de declarar que ha pedido a su administración que le presente todas las eventualidades y posibilidades en el marco de la gestión de la crisis libanesa. Se sobreentiende que los estadounidenses podrían proyectar una intervención directa. Los británicos han comenzado a sondear a su opinión pública declarando que no dudarán en organizar una operación militar dirigida a repatriar a sus ciudadanos que se encuentran actualmente en Libia.

Por supuesto la intervención militar estadounidense o de la OTAN, bajo cobertura de la ONU, no tiene que parecerse necesariamente a la invasión de Afganistán o Irak. Podría ser que los estadounidenses se conformasen con una incursión del tipo de la intervención aérea dirigida contra Serbia durante el conflicto de Kosovo. ¿Pero sería suficiente una intervención semejante para desalojar al régimen de Gadafi si éste sigue beneficiándose de la ayuda de sus mercenarios extranjeros? El presidente Obama también añadió que su administración está concertándose con sus aliados para coordinar los pasos a seguir. ¿Se refiere sólo a sus aliados de la OTAN? ¿O incluye también a sus «aliados» los Estados árabes vecinos, que están corriendo el riesgo de que les golpeen directamente las evoluciones de la crisis libanesa, y son tres: Egipto, Argelia y Túnez?

Si por desgracia no hubiera otro remedio para desalojar a Gadafi que la intervención estadounidense, las cosas deberían evolucionar de forma diferente a lo que sucedió en Túnez y Egipto. Si en esos países todavía no se puede prever nada sobre el futuro desarrollo de la transición democrática según las relaciones que instauren con las potencias occidentales, y con Estados Unidos en particular, está claro que una intervención estadounidense en Libia no dejaría ninguna –o muy relativa- oportunidad de desarrollo «independiente» a la joven república «democrática» libanesa que nacería de semejante escenario. Eso no augura nada bueno en la región.

Si ese escenario llegase a hacerse realidad, sería sencillamente catastrófico. Lo que no lograron hacer en Egipto –una transición «democrática» autoritaria bajo el control de su hombre, Omar Suelimán- y lo que no consiguen en Argelia –un Estado completamente sometido a su juego, es decir, liberado de la «duplicidad» diplomática de Buteflika- ¿Podrá conseguirlo Estados Unidos gracias a una crisis «humanitaria» en la que todo indica que podrían haberla deseado? ¿Será Libia la futura base de maniobras estadounidense en la región? Un país de 6 millones de habitantes pero que disfruta de un PIB de 100.000 millones de dólares, es decir el equivalente a dos tercios del PIB de Egipto que tiene 85 millones de habitantes podría, en efecto, marcar la diferencia tanto en un sentido como en el otro. En el plano estratégico el control de Libia no es en absoluto un asunto menor.

El cuarto escenario

Con o sin intervención estadounidense, ¿podría caer Libia en un escenario de tipo somalí? Es una perspectiva extremadamente grave, pero a la vista de cierto número de elementos, por desgracia no se puede descartar. La liberación de la región oriental, en la que numerosas ciudades empezando por Benghazi, Derna, Elbeida y Tobrouk han caído, en los primeros días, en manos de los insurgentes, y el hecho de que el régimen concentra sus últimas fuerzas en la región occidental, si esta situación se estabiliza sobre el terreno, augura un escenario de división de facto del país. Pero es cierto que el hecho de que una localidad como Mesrata, situada al oeste de Trípoli, haya caído en manos de los insurgentes constituye un feliz acontecimiento que favorece la preservación de la unidad nacional del país.

Pero las aventuras de un clan asediado que juega la última carta del tribalismo podrían favorecer el escenario de una posible «somalización». Ese escenario es tanto más probable en cuanto que no sólo existe una situación de hecho en la que ya cada uno de los protagonistas controla un territorio determinado. Más grave, ese escenario podría también alimentarse de un tribalismo que permanece como una realidad sociológica en Libia, un tribalismo que el régimen ha alimentado e instrumentalizado y que ahora quiere utilizar como su última oportunidad de supervivencia. Pero ese escenario sólo puede convertirse en realidad si las potencias extranjeras tienen interés en jugar esta carta si fallan otras.

El escenario de la «somalización», que no es deseable para el pueblo libio, no sólo constituye un grave peligro para Libia como sociedad y nación. También es un peligro para la seguridad nacional de los países vecinos: Egipto, Argelia y Túnez. ¡Algunas fuentes occidentales, muy interesadas, ya empiezan a comercializar información de un presunto «emirato» de al-Qaida en la región liberada de Derna! Es un escenario experimentado en otras partes por razones estratégicas y geopolíticas inconfesables. ¿Algunas regiones en Libia serán una copia de las regiones denominadas «tribales» en la frontera de Afganistán y Pakistán, con el fin de crear zonas de tensión propicias a todo tipo de maniobras militares y diplomáticas?

¿Conseguirá el pueblo libio triunfar sobre todos los manejos que se traman en secreto para vaciar la revolución de su contenido liberador, al tiempo que se desembaraza del odiado régimen de Gadafi? De todos los escenarios expuestos, ¿será capaz el pueblo libio de imponer el que corresponde a sus aspiraciones democráticas, a sus intereses nacionales y a los intereses nacionales de los pueblos vecinos? Si la culpable y escandalosa pasividad de los Estados vecinos sólo puede suscitar el asombro y la indignación, incluso aunque los fuertes factores estratégicos y diplomáticos podrían explicarla, es un hecho que la actitud de los pueblos anda muy lejos de estar a la altura de los desafíos que ahora tienen como escenario a Libia, pero que pueden influir gravemente en la paz y la seguridad de toda la región

 
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